Afectación Reflexiva
Y así un día se llenó el mundo con la nefasta promesa de un apocalipsis
viral y de pronto las fronteras que se defendieron con guerras se quebraron con
gotitas de saliva, hubo equidad en el contagio que se repartía igual para ricos
y pobres, las potencias que se sentían infalibles vieron cómo se puede caer
ante un beso, ante un abrazo.
Y nos dimos cuenta de lo que era y no importante, y entonces una enfermera
se volvió más indispensable que un futbolista, y un hospital se hizo más urgente
que un misil. Se apagaron luces en estadios, se detuvieron los conciertos los
rodajes de las películas, las misas y los encuentros masivos y entonces en el
mundo hubo tiempo para la reflexión a solas, y para esperar en casa que lleguen
todos y para reunirse frente a una mesa a conversar a leer como aquella época que no existía el internet...
Tres gotitas de mocos en el aire, nos ha puesto a cuidar ancianos, a
valorar la ciencia por encima de la economía, nos ha dicho que no solo los indigentes
traen pestes, que nuestra pirámide de valores estaba invertida, que la vida
siempre fue primero y que las otras cosas eran accesorios.
No hay un lugar seguro, en la mente de todos nos caben todos y empezamos a
desearle el bien al vecino, necesitamos que se mantenga seguro, necesitamos que
no se enferme, que viva mucho, que sea feliz y junto a una paranoia hervida en
desinfectante nos damos cuenta que, si yo tengo agua y el de más allá no, mi
vida está en riesgo.
Volvimos a la ser aldea, la solidaridad se tiñe de miedo y a riesgo de
perdernos en el aislamiento, existe una sola alternativa: ser mejores juntos.
Si todo sale bien, todo cambiara para siempre. Las miradas serán nuestro
saludo y reservaremos el beso solo para quien ya tenga nuestro corazón, cuando
todos los mapas se tiñan de rojo con la presencia del que corona, las fronteras
no serán necesarias y el tránsito de quienes vienen a dar esperanzas será bien
recibido bajo cualquier idioma y debajo de cualquier color de piel, dejará de
importar si no entendía tu forma de vida, si tu fe no era la mía, bastará que
te anime a extender tu mano cuando nadie más lo quiera hacer.
Puede ser, solo lo es una posibilidad, que este virus nos haga más humanos
y de un diluvio atroz surja un pacto nuevo, con una rama de olivo desde donde
empezará de cero.
Anónimo